
Las grasas engordan más que los azúcares. En efecto, a igualdad de peso desarrollan doble cantidad de calor. Pero tanto azúcares como grasas son indispensables, y en la alimentación de un adulto normal aproximadamente el 25% de las calorías debe provenir de las grasas. Si las eliminásemos, el organismo tendería a transformar los azúcares en grasas.
Por otra parte, si alguien pensase en poner en movimiento las grasas de reserva como material energético, en lugar de los azúcares, es mejor que se olvide: se enfrentaría con la acidosis, una peligrosa alteración del metabolismo.
Así pues, si quieres adelgazar, la alimentación correcta es la que proporciona pocas grasas para evitar su acumulación y la cantidad de azúcares necesarios para quemar las grasas ingeridas durante el día y las ya acumuladas en exceso.
Los niños tienen necesidad de los ácidos grasos esenciales, en particular del ácido linoleico, cuya carencia obstaculiza el crecimiento, provocando visibles alteraciones cutáneas, características, por ejemplo, del síndrome de Burr.
De esta forma, mejor consumir grasas vegetales y en el caso de los adultos casi el doble: aproximadamente el 40% de las necesidades energéticas totales.
Sin embargo, para los enfermos el tema cambia; se invita a reducir al máximo las grasas a los arterioscleróticos, cardiopáticos, hepáticos, obesos, hipertensos (categorías expuestas a colesterol) y diabéticos, que, al sufrir carencia en la utilización de azúcares a nivel de las células, no producen la energía necesaria para provocar la combustión completa de las grasas, que por tanto queman a medias.
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